jueves, septiembre 9

De viaje...




Desde hace unos años he tenido una loca obsesión por viajar a Europa. Realmente no sé cuando empezó. Lo que sí recuerdo es que la primera atracción llegó con mis clases de historia de la secundaria. Sí, fue ahí cuando empece a elucubrar que viajaría por el mundo para conocer culturas y personas diferentes.

Desde temprana edad era ambiciosa y hasta deseaba tener un novio extranjero. Sí, ese pensamiento se concretó y grabó aún más en mi mente adolescente cuando un día leí en la revista (publicación mensual para niñas ñoñas), que el amor de mi vida sería un turista de otro país (sí, no uno nacional). Nota: No he conocido al amor de m vida o algo que se le parezca :(

Lo cierto es que los hombres extrajeros también comenzaron a llamar mi atención. Primero creo fueron los checos y todos aquellos originarios de Europa del Este. La idea de mis clases de historia, sobre la ocupación soviética y una visita a la exposición fotográfica de Josef Koudelka me hicieron enamorarme de ellos... y eso que aún no leía "La insoportable levedad del ser", de Milan Kundera.

Posteriormente, me gustaron los ingleses. Chris Martin fue mi obesesión por un tiempo, con un enfermo anhelo de visitar el nublado y siempre lluvioso Londres. Me imaginaba caminado por las calles estrechas, cruzando puentes y caminando con un abrigo Burberry y bufanda de Stella McCartney, para estar a tono con la ciudad.

Después comence a estudiar francés y me enamoré de Francia. Una de las principales capitales de la moda, los desfiles, los Campos Elíseos, Coco Chanel, Dior, Thierry Henry... todo en Francia para mi era perfecto; es más, hasta cantaba las rolas de Alizé. Y, como en esas sincronias de las que habla Carl Jung, me topé con referencias a la Ciudad Luz que me enamoraban más de ella.

En la universidad, una amiga y yo soñabamos con viajar a Europa, con irnos de intercambio o hacer una maestría ultramar... Pero el sueño comenzó a caer, cual sueño originado por Leonardo DiCaprio (lo siento, me gustó mucho la película de Inception). Así, la vida siguió su curso. Terminé la escuela, no me fui de intercambio y las maestrías en otros países no eran como en la UNAM, de "a 20 centavos el semestre."

Entré a trabajar y el furor de mis primeros sueldos rebasó mis anhelos de salir del país. Y cuando mi pasaporte ya estaba más que empolvado en un cajón de mi closet, de la nada, regresó mi sueño por Europa. Quizá, fue haber visto a los españoles ganar el mundial, ver tan seguido las imágenes del Real Madrid y el Barcelona en la página donde trabajo. No sé que pasó, pero quiero regresar a mi sueño, y esta vez, ver con mis propios ojos todo eso que sólo he visto como una posibilidad lejana.

Un amigo dice que es malo contar los planes. Pero la verdad, ya no me importa, estoy tan empcionada que no dejo de pensar en esto cada minuto. Con mi viaje, vendrá una dieta rigurosa, pues me privaré de gastos en comida durante mi trayecto, sólo para disfrutar cada rincón de Madrid, Barcelona y París.

Quizá no encuentre al amor de mi vida, pero sí que viviré una experiencia similar a las amorosas... Sólo espero no me agarre el Síndrome de Stendhal.

Ahora sí, tendré mi propio París...

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