lunes, mayo 17

I love... Mi vestido genérico

Después de conseguir mi preciado vestido de gatos, no de Miu Miu pero su genérico en Zara, no aguanté ni un día para estrenarlo. La ocasión lo ameritaba, el festejo de algunos cumpleaños familiares, el día de las madres y el día del maestro, profesión dominante en la familia.

Estos eventos son para mí un compromiso más, pues no es mi fascinación ir a escuchar opiniones y charlas que no me interesan. Sin embargo, iba a usar EL VESTIDO, que encontré ayer como epifanía y conseguí por sólo 400 pesos (en época de crisis, no está de moda derrochar).

Antes del evento, y para sentirme en pasarela, me lancé al centro por dos libros de Borges, recomendados por alguien que considero mi maestro zen de las letras. Este personaje me está llevando por un camino que tenía miedo de abordar, y me dio algunas sugerencias para mejorar mi redacción técnica. Nada por que agobiarme, educada en la UNAM suelo ser demasiado metodológica… Quizá hasta me haga falta leer más poesía.

Regresando a mi viaje en el Centro, no pudo ser más inconveniente. Con un vestido de seda sin mangas, flats negros y leggins, mi atuendo atendía más al clima de las últimas semanas, calurosamente extremo. No obstante, ayer el clima me jugó sucio y llovió. Mi solución, tomar un taxi para no estropear el outfit, aunque me previne con un paraguas y gabardina que coordinaban a la perfección con mi Miu Miu genérico.

Llego a Gandhi y no están mis títulos. ¿Ahora todos leen a Borges?

Puedes encontrarlo en la sucursal Madero, aquí a una cuadra… Me dijo el vendedor. Con esta frase salí corriendo. Caminé bajo una lluvia más recia. El aire era insoportable. Ya en la librería busqué a algún vendedor, pero no había nadie disponible; apareció entonces, detrás de un librero, un chico alto, muy alto, y me preguntó si me podía ayudar.

Le dí el nombre de mis títulos, bueno los de Borges. Encontró el primero y me dijo que era muy bueno. Le dí el segundo, y puso cara de que no lo conocía. Después de encontrarlo, no pude evitar manifestar mi alegría y le dí las gracias. Su reacción: hacer una reverencia, cual caballero medieval que me hizo reír muchísimo.

Valió la pena caminar con la lluvia, toparme con dicho personaje y sentirme dama de alguna corte europea con mi vestido nuevo.

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