lunes, mayo 17

Siete Noches de Borges y mis Mil y una noches

Terminé por fin el libro de Siete Noches de Borges.

El título ya me había gustado por la recomendación de mi caballero Gandhi (vendedor del post anterior). Leerlo no fue menos fructífero y emocionante. Sí, ésas son las palabras; la primera porque me aclaró muchísimos puntos sobre un proyecto literario que tengo en mente, y emocionante porque, tal como el autor lo describe, leer un libro es vivirlo, es toda una experiencia estética.

Siete Noches me hizo recordar, con los ensayos sobre las pasiones de Borges, algunos momentos de mi vida.

El que tengo más claro ahora es el de Las mil y una noches. Hace un tiempo, cuando era yo una universitaria, atendía la clase de Sociología del cine. El séptimo arte, era una costumbre si no es que una obligación en casa. Recuerdo que según un estudio del consumo del cine, los mexicanos asistían al cine 2 veces al año, cifra que ya había superado y seguro acumulaba para que, si reencarnara como lo dice el budismo, no volvería a disfrutar por varias vidas.

En fin, en mi asignatura conocí a quien llamaré el señor O, ayudante del profesor y alumno de últimos semestres. Me agradó desde que me felicitó por mis reseñas, las cuales calificaba de entretenidas, concretas y críticas. Mi gusto por comparar la historia universal con las tramas cinematográficas y opinar sobre la trayectoria de los directores, eran puntos que él apreciaba de mis escritos.

Al terminar el periodo escolar, por alguna razón que no merece comentarse comenzamos a hablar por medio de chat. Sus gustos y recomendaciones eran diversas y no siempre concordaban con las mías. A mí me encantaba Coldplay y él pensaba que su música no proponía nada. Criticaba mi afición por las pinturas de Degas, de quien decía se había limitado a pintar simples bailarinas (yo le señalaba que también había pintado carreras de caballos y le discutía su mérito de haber pintado en interiores, contrario a otros impresionistas).

Él era amante de Magritte, Semisonic, Tarantino y Tim Burton.

De las largas cyber charlas, pasamos a las llamadas telefónicas. Y es que más allá de un ligue, nos convertimos en buenos oyentes, de nuestras aficiones, miedos, romances y desilusiones. Era divertidísimo hablar por las noches, cuando nuestra atención estaba bien enfocada en nosotros.

Un día, nuestra conversación más prolongada duró hasta las dos de la mañana; quizá ambos hemos batido esa marca con otras personas, pero la recuerdo bien por su comentario de despedida. Me dijo que nuestras pláticas eran nuestra propia versión de Las mil y una noches, libro que creo marcó el trabajo de los siete ensayos, y la vida, de Borges.

Así, con una serie de experiencias personales, construimos un conglomerado que me hizo amar Casablanca y la frase … Siempre tendremos París, ver una y otra vez Kill Bill, y acercarme a Milan Kundera.

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